El agua, la gran olvidada

Dados los grandes avances tecnológicos y farmacológicos, se podría pensar que el ejercicio de la Medicina es hoy más estimulante que nunca. Pero sin embargo, se dedica hoy mucho tiempo a la prescripción de fármacos y a tratar de combatir los efectos secundarios producidos por los mismos. El consejo detoxificante se ha minimizado, perdido u olvidado: los tóxicos siguen depositándose en el organismo progresivamente hasta que los sistemas detoxificantes son desbordados perdiéndose la capacidad reguladora de nuestros sistemas (homeostasis) y produciéndose entonces la enfermedad.

Así el mantenimiento de la salud no solo pasa por la adscripción de estilos de vida sanos en los que hay que insistir por encima, muchas veces, de otras consideraciones -en este sentido el ejercicio físico, la dieta equilibrada (reposición de nutrientes), el mantenimiento de un  peso adecuado y la restricción total del tabaco y máxima en el alcohol, son piezas clave- sino también por la activación de todos los sistemas de detoxificacion metabólica del organismo humano en todas sus fases y procesos. En este sentido la reacción ante un xenobiótico es específica de cada individuo pues está influenciada por su  genética, por su estado nutricional, por su susceptibilidad (adquirida intraútero) y por su carga tóxica preexistente. Es decir, existe una individualidad bioquímica mediante la cual respondemos ante una sustancia tóxica. La pérdida consecuente de la capacidad dinámica (homeostasis) que mantiene los procesos vitales dependerá de todo lo anterior. Y si bien  el organismo siempre tiende al equilibrio (capacidad innata para adaptarse a cambios ambientales que requieren una rápida respuesta homeostática) este se perderá en cuanto la concentración de tóxicos supere a la capacidad de depuración fisiológica. Cualquier exceso o carencia puede ocasionar cambios estructurales a cualquier nivel sobre todo en la matriz extracelular (espacio que circunscribe el exterior de todas las células pero consustancialmente unido a ellas) determinada por su estructura y componentes y su alto poder  de acumulación de tóxicos. De hecho esta matriz (o espacio extracelular)  representa un sistema de regulación que  comunica el ambiente externo e interno del organismo; forma parte de nuestros mecanismos de defensa y funciona como una red de información que controla la entrada y salida de nutrientes hacia y desde la célula, la eliminación de desechos de la misma, los impulsos nerviosos y la presión osmótica y oncótica. Además actúa como filtro biofísico para la protección e inervación celular siendo el terreno adecuado para que tenga lugar una adecuada respuesta inmune. Su  alteración puede conllevar la pérdida de su función de filtro eficaz, la denervación celular, la pérdida de la capacidad de regeneración y cicatrización, la disfunción en la nutrición y eliminación, la alteración de la trasducción y finalmente la perdida del sustrato para una correcta respuesta autoinmune ante agentes infecciosos, tumorales y tóxicos.

El ser humano es un organismo regido por las leyes de los sistemas abiertos cuya energía para realizar sus funciones vitales depende del aporte metabólico. Todas las reacciones tienen lugar en un medio acuoso. La catálisis eficaz a temperaturas bajas ocurre cuando los substratos fuera y dentro de las células son los adecuados. El espacio extracelular es un paso previo pues las células solo responden con su material genético en la medida en que son informadas por este espacio. La estructura de este espacio extracelular y su regulación es vital para la eficacia de los intercambios y la depuración de sustancias tóxicas. Cualquier exceso o carencia puede ocasionar cambios estructurales. Existe riesgo de acumulación de toxinas en la matriz dada su arquitectura. El líquido Extra-Celular (AGUA) es la base de todas las reacciones de nuestras células. Suministra nutrientes y oxigeno y expulsa residuos metabólicos. Es el solvente universal por excelencia gracias a su elevado poder dieléctrico. Todos los procesos destacables de intercambio y transformación necesarios para la obtención de energía se desarrollan en este medio líquido no solo a nivel químico sino a nivel fotónico y cuánticoEl agua posee una función depuradora absolutamente imprescindible. Sin agua el organismo no puede depurarse, solo que para ello hace falta de que se trate de un agua de buena calidad. La circulación de agua durante los fenómenos de osmosis celular genera energía “hidroeléctrica” almacenada en forma de ATP (fuente básica de energía celular). Todos los mensajes de las funciones vitales son vehiculizados por el agua orgánica hasta su blanco.

El agua representa entre el 75 y 80% del peso de un bebé; el 60-65% en el caso de un hombre adulto y el 55-60% en el de la mujer. Asimismo ocupa dos terceras partes en el  interior de las células y un  tercio en el espacio extracelular (de este porcentaje un 72% en el líquido intercelular (matriz extracelular) y un 20 % en el plasma siendo un 8 % agua transcelular. Según los últimos descubrimientos las moléculas del agua están formadas por grupos en los que predominan los anillos pentagonales y hexagonales que a su vez se juntan en grupos todavía más grandes. El agua, por tanto, es una masa interconectada de unidades con 5 o 6 miembros formando una única red. Esto le confiere muchas de sus inusuales peculiaridades. Su capacidad para almacenar energía depende de su estructuración: cuanto más estructurada esté, más capacidad para liberar energía posee. Energía que puede ser liberada inmediatamente cuando es utilizada por la materia viva. No hay otra materia que pueda suplir esta función con la misma eficacia. Es el medio perfecto para la transferencia de energía dentro de un sistema biológico.

Hasta ahora se han considerado los efectos del agua (de bebida, minerales, de mar, etc.) dirigiendo su atención hacia los elementos que se encuentran disueltos en la misma (suma iónica, mineral y orgánica). Sabemos que existe una estrecha relación entre iones y funciones corporales, pero la respuesta total la obtendremos si consideramos también su capacidad para formar o romper estructuras. Los iones formadores de estructuras (sodio, litio, calcio, zinc, hierro, plata y cobre) fortalecen el enlace entre las moléculas del agua y aumentan la cantidad de estructuras hexagonales, mientras que los iones  de potasio, cloruro, fluor, aluminio y sulfuros destruyen la organización de la misma. El agua de mar posee un resumen iónico mineral en el que abundan los iones formadores de estructuras hexagonales. Esta capacidad se puede potenciar aumentando mediante determinados métodos y técnicas la estructuración de dicha agua.

Mediante dichas técnicas se puede obtener un agua con las mismas capacidades e indicaciones saludables solo que de una manera más fisiológica, más estable y más potente. Así en diferentes estudios se ha demostrado que evita la perdida progresiva de agua estructurada que se da en el envejecimiento; mejora la eficiencia metabólica; aumenta la capacidad del calcio en la osteoporosis; fortalece el sistema inmunitario, y activa los mecanismos de desintoxicación de la MATRIZ EXTRACELULAR, siendo el paso previo para el tratamiento de patologías agudas y crónicas. Es decir,  reconstruye el medio extracelular (matriz extracelular) que es la conexión del exterior con el interior celular.

El agua de mar aporta un resumen ionicomineral y orgánico semejante al plasma humano. Sin embargo la estructuración de la misma en forma hexagonal es la clave que aporta movimiento y rapidez en la absorción de aquellos nutrientes a través de la matriz extracelular debido al menor tamaño de los conglomerados que forma y por lo tanto suministrando sus nutrientes de una manera más eficaz que el agua de mar sola (demostrado por impedancia biológica) y en la eliminación de residuos. Apoya los procesos metabólicos; contribuye eficazmente con el sistema inmunológico; genera vitalidad duradera y actúa como portadora de oxigeno disuelto. El consumo de agua de mar estructurada ayuda una eliminación más eficiente de los residuos ácidos y radicales libres.

El agua de mar estructurada protege y apoya un número infinito de procesos biológicos; desacelera el proceso de envejecimiento mejorando el ambiente acuático celular; mejora la eficiencia metabólica por ser energéticamente mas poderosa; tiene afinidad para fijar el calcio en los huesos; tiene resonancia con la mayoría de aminoácidos responsables de la estructuración celular por lo que ayuda a mantener la integridad celular y el funcionamiento corporal; apoya el funcionamiento normal del organismo cuando su porcentaje y presencia es mayor que la del agua desestructurada; fortalece frente al estrés y protege a las células del cuerpo de los cambios de temperatura medioambientales.

Adrián Martínez

Miguel Manzano

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